Mi pez M.E. Azuara Sentada a la orilla del estanque, desmenuzo en pequeños pedazos una pieza de alimento congelado. Arrojo los trocitos al agua y observo con complacencia a este bello pez disfrutar de mis dádivas. Le gustan y chapotea animoso pidiendo más, entonces repito el proceso hasta que mi mano queda vacía y él satisfecho. Empecé este ritual hace más de un año y desde entonces no he faltado a mi cita con mi pez, porque es mío, solo mío; nadie más ganará su afecto, pues solo yo cumplo con sus necesidades… solo yo. Él agradece mi fidelidad y lo demuestra regresando cada día a la misma hora, salta y se regocija siempre que me ve llegar. Me acompaña y no se aleja de aquí hasta que me despido. Por último y para concluir esta rutina, camino sin premura hacia mi hogar, donde me espera una casa vacía, porque hace más de un año, en un arranque de celos, llevé por primera vez a mi esposo infiel de paseo con mi pez.