Secó sus lágrimas y puso
su mano derecha en su pecho. «Aún late» murmuró en el silencio de la conocida
oscuridad, murmuro que con tanto silencio sonó como un grito a los cuatro
vientos. Miles de pensamientos como flechas se clavan en su cabeza: no puedo
más, estoy muy cansado, quiero llorar, no vale la pena, no soy tan bueno como
otros, solo ocasiono problemas, quiero morir.
«Ten cuidado con lo que
deseas» le dijo una voz proveniente de la oscuridad. La joven se acercó con el
deprimido sujeto que apenas levantaba la mirada.
—¿No dirás nada? En este
punto ya somos conocidos… —sonrió, aunque él no pudiera verla —¿qué te acongoja
hoy, Cisne Negro?
Pasaron unos segundos de
silencio, y el muchacho sentía un nudo en la garganta, sabía que cualquier
palabra que pronunciara lo haría romper en llanto al instante, sus ojos se
tornaron cristalinos y desvió la mirada.
—Eres tan sensible como
siempre —se sentó a lado del Cisne y lo abrazó para consolarlo —¿tanto la
amabas, Leanathanus?
—¿Por quién crees que
estoy llorando, Juno? —con los ojos hinchados volteó a verla
Juno permaneció en
silencio por unos segundos —Es difícil suponerlo… lloras aproximadamente cinco
siglos por una mujer.
—Supongo que soy así de
fiel —recargó su cabeza sobre la de Juno.
—O de caprichoso —tomó la
mano del Cisne.
—Tienes que dejar de leer
mis pensamientos —apretó su mano y la miró a los ojos.
Juno se sonrojó, a pesar
de que la oscuridad impedía que se vieran. Leanathanus sabía exactamente dónde
estaban sus ojos y podía sentir su intensa mirada —No leo pensamientos, leo
sentimientos y sufres por amor, aunque no sé por qué… hemos estado juntos el
último siglo.
—Tuve una visión —dijo
mientras liberaba sus alas para cobijar a su amada —, de tu muerte.
—En cierta forma yo ya
estoy muerta, sólo soy un fantasma materializado por las estrellas, ¿dime que
tan malo puede ser?
—Estábamos en la luna.
Juno tembló de terror al
escucharlo —¿Él estaba…?
—Júpiter, Minerva y los
demás, también tu descendiente el Leone, estaba ahí… logramos cumplir tu
propósito, el Leone y yo derrotamos a todos y recuperamos tu cuerpo
físico, estaba lleno de heridas y tenías huesos rotos, en ese momento ni ahora
mismo sé el por qué. A pesar de las condiciones de tu cuerpo decidiste volver a
él, esperamos por horas, pero no despertaste… te di por muerta en ese instante,
después… —una estrella iluminó sus cuerpos permitiéndoles verse
—¿Es una señal del
destino? —preguntó escondiéndose en el pecho de Leanathanus.
—Las estrellas no siempre
tienen razón, quizá es un mensaje para que podamos evitarlo.
—Eso no me dice por qué
te sientes así, ¿por qué deseas morir? —levantó su mirada buscando una
respuesta de su amado
Leanathanus la miró y
tras unos segundos acarició su cabello y habló —Creo que te mantendrás con vida
si no llego a derrotar a Júpiter, si yo muero, tal vez tu no mueras.

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