Historia de amor:
A veces cuando uno cree que todo va a salir bien, pasa todo lo contrario. Eso pasa todo el tiempo. No es difícil de entender.
Hace apenas unas semanas atrás todos los días peleábamos. Se nos hizo algo cotidiano.
Entonces parecía que era algo normal. Suponiendo que eso fuera normal, entonces viviríamos en un circo.
Koral viaja unas horas antes a una ciudad cercana, al norte, para tomar un vuelo a la mañana siguiente e ir a Lima para asistir a clases de la universidad. La despido a ella y a su hermana Karina en el terminal de buses y le digo que la extrañaré. Ella me da un beso fugaz y me hace adiós mientras aborda el autobús cochambroso en el que no confío y solo espero que no ocurra ningún tipo de accidente. Horas más tarde le llamo y le cuento lo que a mí me han comunicado hacía unos minutos. Mi abuelito está enfermo y debe ser trasladado a la misma ciudad a la que partió ella tres horas atrás. Empaco apenas dos mudas de ropa y me aventuro en la misma suerte con el mismo destino.
Espero que todo esté bien, amor, todo lo estará. Ya verás, me dice por teléfono.
Espero que así sea, le digo.
Quizá puedas pasar por mí para despedirme en el aeropuerto, me anima.
Por supuesto. Te llamo en cuanto llegue. Me instalo en un hotel y paso por ti.
Las cosas transcurren tal como se lo dije.
Estando en el hotel espero una hora y llamo un taxi para atravesar la ciudad e ir a casa de su padre, el señor Pablito, quien me recibe en su casa y muy amablemente me dice que puedo encender la televisión mientras espero a su hija. Koral baja al cabo de unos minutos.
Estoy ojerosa, me veo fatal, me dice.
Te ves adorable, le digo y no le miento.
Cada vez que veo a Koral yo siento que me enamoro más de ella. Tiene algo en sus facciones, en su olor, en su voz, en todo lo que puedo percibir y -lo que para mi mala suerte- me pierdo de ella.
Viajamos media hora en taxi al aeropuerto. Tomamos desayuno rápido dentro del auto, y en cuanto llegamos ella me hace una foto. Yo le hago el símbolo de paz y nos reímos. Se despide de mí con un beso. Le deseo lo mejor y ella a mí. Me voy derrotado por el cansancio al hotel una vez más y duermo apenas una hora. Suena el teléfono, es Koral, que me cuenta que llegó con bien. Aliviado le digo que dormiré media hora más y que le llamaré.
Son días tranquilos. Parece que nos estamos apaciguando.
Pero la paz no puede durar siempre. Es casi tan breve como la felicidad. Ambos nos desentendemos de nuestro lado más tranquilo y hacemos brotar el espíritu del averno que nos gobierna y nos revienta en una pelea que no tiene fin. Pasamos horas sin hablarnos. Camino triste por el hospital donde veo a muchas personas llorar y correr de un lado al otro, y Koral, lejos de aquí. No sé nada de ella en varias horas. Me llama un amigo para salir a un bar y perdernos en la noche como aquellos años en los que colapsaba y terminaba desaparecido hasta de mí mismo por varios días, pero me niego. Aunque ambos nos equivocamos en muchas cosas y muchas veces siento que ya no puedo más, siempre aparece ella con una sonrisa, la visión de ella, y la busco, porque la extraño, porque no quiero estar sin ella y porque la amo como nunca me atreví a amar.
Me quedo en casa y le llamo por teléfono:
Hola, le digo.
Hola, me dice.
Un silencio triste nos apodera. Triste e incómodo.
Tengo que contarte que me soñé que me estaba haciendo pis y…, me dice
Esos sueños son muy engañosos.
¿Sí, verdad? Porque realmente pensé que estaba en el baño y…
No sé qué puedo decir acerca de las historias de amor. No estoy seguro de que sean como esta. Pero nunca podré describir lo increíblemente caótico que es nuestro amor, y eso lo hace más perfecto que todo lo que vaya a existir.
Muchas historias de amor empiezan con un beso, la nuestra empezó antes de que nos conociéramos y ya nunca más seremos extraños ni en esta ni en otras vidas.
Koral…
¡Dime?
Te amo con todo mi ser.
También yo.
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