Ir al contenido principal

VENGO POR TÍ (Sheikong)



No sé cuántas horas tardé en llegar. Tomé la ruta más larga e hice vueltas innecesarias solo para no llegar o llegar tan tarde que no estuviese en casa. Carezco del valor pero llegó el momento y para mí, no hay vuelta atrás.

—Vengo por lo acordado, ya es hora—Le digo después de tocar su puerta por varios minutos esperando que abriera.

—¿Debo suponer que llegó el día?

—Ni voy a responderte, entrégamelo y salgo de una vez.

—Pasa y siéntate, sírvete algo si gustas. En la nevera queda media botella de aquel espumante barato que tanto te gustaba, es tuyo, te lo regalo—Me da la espalda y se dirige a la habitación.

—Prefiero quedarme acá en la puerta, nadie me espera en casa pero igual ya me quiero ir.

—¿No cambias verdad? En vez de entrar y negociar tu prefieres jugártela esta noche, o eres muy tonto o sabes muy bien lo que haces.

—Tú nunca cambiaste y jamás lo reclamé, evitaste crecer y te llevé de la mano, pregonaste todos mis defectos y no me defendí, solo callé. Ahora crees que sé lo que hago.

 —Haz lo que quieras, voy al cuarto y ya regreso. Me tomará unos minutos despedirme, quiero sentirlo en mi pecho y te lo entrego, una dosis de latidos y podrás marcharte.

«Y así desapareció.  Paralizado en la entrada me reconozco como una víctima de mí mismo y de mis malas decisiones, ya pagué el precio de no saber explicar lo que sentía para obtener lo que quería. Es tarde para todo menos para llevarme lo único que le pedí que protegiera. Podía hacer lo que quisiera con todo lo demás, menos con eso. A fin de cuentas de que me sirve entrar, beber o ser amable si el tiempo no se detuvo y su piel guarda recuerdos, excepto el mío.  Confieso que cada vez que la veo mi carácter se debilita, mi mente se aloca y mi piel se eriza una y otra vez como un espasmo recorriéndome sin cesar. Estoy a salvo mientras evite dar ese paso que otras veces solo trajo consigo dolor y preguntas sin respuestas, risas con aroma a un día más y días con aspiración a ser semanas, meses y años. Hoy evitaré hundirme en el lodo que tanto extraño, no vengo preparado y nunca lo estuve, si la toco me condeno y si me voy sin palparla me juzgaré por siempre.»

—Disculpa la demora ¿Me tardé mucho? –Me pregunta desde la puerta de nuestra antigua alcoba-

—Te tardaste la vida, créeme que estos minutos no me afectan.

—Siempre culpándome, hay cosas que nunca cambian.

—En el cambio estuvo escondido el secreto que buscábamos, es mejor seguir como somos, no vaya a ser que alguien pase por nuestras vidas e ignoremos qué ropaje usar. Los que están por llegar no tienen la culpa de nada, les podemos evitar la desagradable experiencia de conocernos.

—¿Tan malos fuimos? Ahora confirmo la poca fe que nos tuviste.

—Te distraes con lo que no tiene solución, entrégame lo que vine a buscar.

—Si te lo llevas me quedará el vacío, tardaré en acostumbrarme a vivir así.

—Nunca fue tuyo ni mío, tú no supiste qué hacer con él y yo jamás descifré tus modos.

En tan solo cuatro pasos estaba frente a mí, provocándome como siempre y conciliando como nunca. Tenía aquella camisa puesta, la de los domingos familiares, esa que le faltaban botones, la imperfecta y mi preferida. Podía ver parte de sus pechos preciosamente adornados con un mar de pecas que escondían el lunar que tanto añoraba y que extrañaría por siempre.

—Apúrate, si no lo haces ahora puede que me quede y nos vamos a arrepentir.

Abre completamente la camisa desprendiendo el único botón. Sin tardarse hunde su mano derecha en el centro de su pecho. Su sangre brota y gotea creando hilos que recorren su cuerpo hasta llegar al suelo. Una mueca en su boca me dice que está esforzándose al máximo por arrancarse el corazón. Sus ojos están fijos sobre mí y sé que con una chispa basta para hacer explotar el lugar. En pocos segundos la mano brota ensangrentada con el objeto de mi visita entre su puño, puedo verlo al fin y es perfectamente real.

—Toma, lo coloco entre tus manos, cuídalo como nunca lo hiciste. Ya no lo necesito.

—Dices que lo quieres pero no lo necesitas, sigues siendo tan confusa. Digo estas palabras sosteniendo su corazón entre mis manos, siento como palpita con vigor y está extrañamente tibio, por años me convencí de su frialdad y no me equivoqué pero hoy su temperatura me sorprende.

—Te lo agradezco. Esto es lo último que pasará entre nosotros.

—Entonces es cierto que comienzas tu viaje, no te creí capaz y ahora que te veo me doy cuenta de mi error. –Esas fueron sus palabras mientras sonreía levemente-

—Siempre estarás conmigo, así será.  Apenas me vaya puedes comenzar a llenar tu vacío.

—Eso haré, tengo tantos planes, solo esperaba salir de esto. Fue tan rápido como dijiste.

Con su voz aún fresca en mi mente salí de su vida para siempre, donde quizá nunca debí estar. No supimos seguir de largo el día que nos conocimos: la pasión dio paso a la quietud, la quietud al silencio y así llegó este día. Mientras bajo las escaleras sé que me observa con la puerta entrecerrada.  Estoy tentado a voltear, pero me quedaré con el viejo recuerdo de su risa y su mirada, desecharé las lágrimas y el horror. Después de todo sé que dimos fruto y, aunque ella no esté de acuerdo, eso no lo hicimos tan mal.

No me atreví a decirle que vine por ella. Pero está bien así, esta vez.

FIN

Comentarios