Estaba sentado, pensando en qué podría beber, sediento, pensando en cómo las maderas de la cama se rompían y escuchando a los locutores de radio discutir sobre el partido político de su preferencia.
Sonaba el teléfono y no quería contestar por temor de que sea mi casero y me eche a la calle como había estado amenazando que lo haría desde la semana anterior.
Lo que sucede con el asunto de las rentas y el no tener un trabajo es fácil de entender. Pasa alrededor del mundo e incluso a los niños ricos les toca.
- ¡Carl! – gritaba por el altavoz del teléfono.
No tenía idea alguna de quién podría ser, pero se trataba de una mujer.
- Soy – dijo.
Levanté el teléfono y contesté.
- Hola, ¿cómo estás? – pregunté.
- Sí te acuerdas de mí, ¿no es cierto? – Preguntó, - bien, creo estar segura de que sí me recuerdas y que también recuerdas que dije que iría por ti cuando sea tu cumpleaños.
- Claro, recuerdo – respondí también, mientras rascaba mis pelotas.
- Bueno, mañana llego para el gran día – dijo y colgó.
Fui a sentarme sobre la cama casi en ruinas y pensé en si era cierto eso de que mañana cumplía años. Había pasado bastante desde que lo celebraba y no tenía idea de que podría ser nuevamente ese día. Me sumergí entre las sábanas con la luz apagada y pensé en dormir hasta que cumpla tres años juntos. Me parecía más justo, aunque la vida simplemente no se apegaba a tal cosa.
- ¿Quieres un trozo de pastel, Richard? – oí una voz.
- Gracias, está riquísimo – pude divisar entre el estruendo de la radio una voz más.
¿Qué coño ocurría en mi casa?, pensé muy fuerte, sin abrir los ojos, intentando estar a salvo de una manera en como lo había visto en una película días atrás.
Habían entrado a robar a una casa y mataron a todos, pero había uno que no estaba muerto, solo se había embarnizado de sangre y quedado quieto, tendido en el suelo mientras los ladrones o mercenarios reían y jugueteaban con todo lo que se encontraba por ahí. Me parecía un buen plan. Eso es lo que haría también.
- Despierta, Carl, que es tu cumpleaños – dijo la voz de mujer.
¡Carajo! No ha funcionado como creí que sería, pensé.
Todo estaba limpio, parecía renovado, incluso mi vieja cama, mi cuerpo, mis ropas, mis sábanas, pero sabía que yo no.
- ¿Esto es cierto? – pregunté.
- Claro que es cierto – dijo Richard y me extendió la mano que llevaba un vaso de whiskey servido hasta el borde.
- Gracias – le dije y bebí de un sorbo.
Hubo todo un ajetreo de bailes, zigzagueos, música, torta, whiskey, hielo, cigarrillos y yo miraba inquieto, queriendo curiosear el por qué estaba ocurriendo todo esto en la misma habitación en la que yo habitaba, pero nada se me daba por sobreentendido.
- Es tu cumpleaños y esperaba que pudieras ser feliz – dijo ella.
Lo seré después de un poco de amor, pensé, y comí una rebanada de pastel mientras se oía la versión de feliz cumpleaños cantada por Sinatra.
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