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Una lapicera especial

 

Había una vez una dulce pequeña de nombre Lulú; quien era una niña muy curiosa, creativa, a la cual le encantaba resolver misterios. En una ocasión escondió unos objetos en el jardín, pensaba que era un tesoro pirata que debía de recuperar. Cuando escarbó en el lugar del tesoro se encontró una hermosa lapicera.

Emocionada por su nuevo tesoro se fue de inmediato a la sala a dibujar, pasó el resto de la tarde trazando cada una de las historias que imaginaba en esos instantes.


Cuandodieron las ocho de la noche su mamá la llamó.

—¡Lulú es hora de asearse para dormir!—exclamó su madre preocupada por la hora.

—Aun no tengo sueño mamá—dijo Lulú molesta, negándose a dejar su lapicero—, ¿Déjame despierta un poco más?

—¡No! Ya es muy tarde jovencita

Lulú se fue a su cuarto muy triste, enojada por tener que obedecer siempre las indicaciones de su mamá, sin tener la libertad de elegir por ella misma.

A la mañana siguiente su mamá la despertó muy temprano para ir a la  escuela.

—¡Despierta dormilona! Es hora de ir a la escuela.

—No quiero levantarme aún mamá—decía la pequeña Lulú todavía con los ojos cerrados—, ¡Déjame dormir un poco más!

—¡No! Debes de cumplir con tu responsabilidad.

Lulú se levantó molesta, estaba furiosa porque una vez más no podía hacer lo que ella quería.

Cuando estaba en la escuela notó cosas extrañas; se dio cuenta que Paola su amiga traía un vestido como el que dibujó la tarde anterior. Además de que la coloreo comiendo fresas en el recreo, tal como ocurrió ese día.

A partir de esos momentos presto mucho atención a todo lo que pasaba, dándose cuenta que lo que dibujó se estaba transformando en realidad. Se  emocionó tanto que dibujó a su mamá dejándola hacer todo lo que ella quería. También su profesora la dibujó no dejando tarea, permitiéndoles que jugaran en el salón e hicieran lo que deseaban. Estaba tan feliz porque al fin podía ser libre, elegir por ella misma lo que deseaba.

Después de un par de días se despertó con dolor de cabeza por dormir hasta tarde, además tenía mucha hambre, sin embargo, la cocina era un caos y no había desayuno caliente.

En la escuela su salón estaba lleno de papeles, sucio y los niños peleando por todos lados; no había ningún adulto que detuviera su mal comportamiento. Lulú se sintió incómoda, con temor de que sus compañeros la lastimaran.

Se dio cuenta que eran necesarios los adultos y sus reglas para que todo fuera más seguro. Cuando llegó a casa volvió a dibujar a los adultos mandones, convencida que será lo mejor para ordenar el caos que había creado.

A la mañana siguiente después de que su madre la despertó, Lulú le dio un fuerte abrazo.

—¡Gracias mamá por cuidar de mi!—dijo la niña mientras le daba un beso en la  mejilla—, ¡Eres la mejor mamá del mundo!

 

                                                       Gabrielle A Sophie

Comentarios

  1. Excelente, muy buen mensaje, cuando somo niños no comprendemos que las reglas que nos ponen nuestros padres son para protegernos

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